Tuesday, December 12, 2006
Efervescencia e inseguridad: la necesidad del grupo de amigos
"Tiempo de efervescencia y descoordinación afectiva”, así define Alejandro Llano la época adolescente. Ellos están como cualquiera de nosotros (adultos) estaría a las cuatro de la mañana. Y además viven en una gran inseguridad, con un estado de ánimo cambiante, con muchas contradicciones interiores.
(Artículo de José Ramón Ledesma).
Están confusos, y tienen la sensibilidad, la afectividad y la imaginación absolutamente descontroladas. Pasan por momentos de una profunda tristeza que no saben de donde viene ni a qué responde. Y además, han vaciado el saco en el que guardaban todos los consejos y normas que les hemos inculcado desde su más tierna infancia. Ese saco, ahora vacío, está esperando llenarse con los consejos que reciben de sus amigos, de la televisión, de sus padres y del colegio (por ese orden). Para que los adultos se involucren en el “problema” adolescente, es preciso que quieran hacerlo y que sepan cómo hacerlo. “O eres parte del problema, o eres parte de la solución, si no, sólo formas parte del paisaje” dice el personaje de Robert De Niro en “Ronin”.
En esta insegura época adolescente, el grupo de amigos (Dios los cría y ellos se juntan), son una fuente de seguridad muy importante. El grupo da respaldo, en grupo se tienen actitudes y se toman decisiones que nunca se tomarían individualmente. Muchas veces, sólo para subir la estima que sus amigos tienen hacia ellos o sencillamente para impresionarles, los adolescentes actúan primero y piensan después. Muchas veces, esas decisiones tomadas precipitadamente son fuente de complicaciones interiores (la conciencia, por suerte, es algo no removido absolutamente por la adolescencia). A veces es una lotería que el líder del grupo de amigos se caracterice por su sentido común o por su locura. Además, no son pocas las películas (americanas en su mayoría), que presentan el perfil del líder como alguien que cae siempre de pie, independientemente del asesinato, atraco, robo, hurto, u otro delito que quiera proponerse cometer. En este sentido, también ha sorprendido últimamente la película argentina “Nueve reinas”, de Fabián Bielinsky, en la que la mentira y el engaño parecen ser la única manera de sobrevivir en el Buenos Aires actual. En esa película vemos (con multitud de ejemplos, a cada cual más gracioso), cómo el líder, el experto, el maestro, conduce al nuevo e ingenuo timador (al “voludo” según ellos), por los arduos caminos de la supervivencia urbana.
Los adolescentes todavía no entienden que el vicio compartido no es amistad, es complicidad, y los cómplices no tienen en su categoría de valores puesto en primer lugar la amistad, sino la diversión, el quedar bien, el placer personal, el propio ego... En esta película antes mencionada, vemos a cada momento como los cómplices son “amigos” mientras el botín depende de la colaboración mutua, pero dejan de serlo (inmediatamente, sin echar la vista atrás), cuando el dinero ya está repartido. Simplifico a posta la historia, sabiendo de antemano que habrá personas que no habrán visto la película (y sería imperdonable revelar el final). Las conductas de los adolescentes en grupo son todas muy parecidas, simples, predecibles: “Nunca subestimes lo predecible que es la estupidez”, dice el personaje de Vinnie Jones en la película “Snatch, cerdos y diamantes”, tras localizar a unos aprendices de delincuentes donde él esperaba exactamente que estuvieran.
José Ramón Ledesma