Sunday, December 03, 2006
La personalidad, esa gran desconocida
“Las convicciones son un lujo para los que no se involucran en las guerras”, dice el personaje de Ed Harris en “Una mente maravillosa”. Ciertamente la adolescencia es un periodo de guerra contra uno mismo y contra el entorno, pero en el que las convicciones son muy importantes
(artículo de José Ramón Ledesma).
Tener personalidad no es ni mucho menos ser alguien especial, con cierta mirada gatuna y ademanes de superhéroe. Tener personalidad es, sin más, tener un sentido común que ayude a tomar decisiones independientemente de las circunstancias y de la opinión de las personas, a veces solamente de acuerdo con las propias convicciones. “Las convicciones son un lujo para los que no se involucran en las guerras”, dice el personaje de Ed Harris en “Una mente maravillosa”. Ciertamente la adolescencia es un periodo de guerra contra uno mismo y contra el entorno, pero en el que las convicciones son muy importantes.
Para saber qué es lo que debemos hacer, es preciso saber primero quiénes somos: ¿Quién soy?, ¿Cuál es mi principal defecto?, ¿Cuál es mi virtud más interesante? O, dicho de otra manera, ¿Por qué mis amigos son amigos míos?, ¿Quién de todos esos a los que llamo amigos me ha dicho las cosas más interesantes, aquellas que muchos otros no se han atrevido a decirme porque creían que podían molestarme, por cobardía o falta de voluntad?, ¿A quién de todos ellos le contaría eso que a ningún otro me atrevería a decirle?
Tener personalidad es ser uno mismo, siempre. “Yo sé quién soy”, dice Don Quijote. Es una afirmación muy seria puesta en boca de un loco. Si soy capaz de responder con un mínimo de fiabilidad a las preguntas antes formuladas entonces podré decir ciertamente que “sé quién soy”. Sólo si sé quién soy yo, si me conozco mejor que conozco a los demás (de los que muchas veces sólo puedo apreciar su aspecto externo), entonces sabré cuáles son las ideas que me convienen y las que no. Sabré en qué cosas tengo que mejorar y en cuales soy realmente un especialista que merece admiración. Sabré que tengo que perdonarme algunos errores (si soy desordenado, no podré enfadarme conmigo mismo cada vez que no encuentro las cosas a la primera, y sabré saborear los momentos en los que encuentro algo que creía perdido para siempre). Cuando ya sé quién soy mi personalidad la conforman mi propia manera de ser (con defectos y virtudes que no debería comparar con las de mis amigos), y mis ideas.
Muchos tendrán que darse cuenta de que no han nacido para líderes, ni para organizadores, ni para ser el “alma” de todas las fiestas, ni el que cuenta los chistes, ni serán nunca portada del “Marca”, y tendrán que conformarse con un papel secundario, no por ello poco apreciado por el resto de amigos. Los criterios y valores e ideas que tenga en mi cabeza también formarán parte de mi personalidad, y los respetaré en cualquier circunstancia por adversa que ésta sea, porque sé qué cosas son malas, cuáles no me convienen porque me estropean como persona.
Nuestras posibilidades de éxito personal aumentan si nos enfrentamos a la pregunta clave de nuestra vida: ¿quién soy yo? ¿Qué es Matrix? Los hombres de la película se formulaban esa pregunta, pero ninguno acertaba a resolverla hasta que no eran instruidos. Pero hacerse la pregunta equivale a disponerse para la búsqueda. Y eso es tener más de la mitad del camino hecho.
Tener personalidad es ser uno mismo, siempre. “Yo sé quién soy”, dice Don Quijote. Es una afirmación muy seria puesta en boca de un loco. Si soy capaz de responder con un mínimo de fiabilidad a las preguntas antes formuladas entonces podré decir ciertamente que “sé quién soy”. Sólo si sé quién soy yo, si me conozco mejor que conozco a los demás (de los que muchas veces sólo puedo apreciar su aspecto externo), entonces sabré cuáles son las ideas que me convienen y las que no. Sabré en qué cosas tengo que mejorar y en cuales soy realmente un especialista que merece admiración. Sabré que tengo que perdonarme algunos errores (si soy desordenado, no podré enfadarme conmigo mismo cada vez que no encuentro las cosas a la primera, y sabré saborear los momentos en los que encuentro algo que creía perdido para siempre). Cuando ya sé quién soy mi personalidad la conforman mi propia manera de ser (con defectos y virtudes que no debería comparar con las de mis amigos), y mis ideas.
Muchos tendrán que darse cuenta de que no han nacido para líderes, ni para organizadores, ni para ser el “alma” de todas las fiestas, ni el que cuenta los chistes, ni serán nunca portada del “Marca”, y tendrán que conformarse con un papel secundario, no por ello poco apreciado por el resto de amigos. Los criterios y valores e ideas que tenga en mi cabeza también formarán parte de mi personalidad, y los respetaré en cualquier circunstancia por adversa que ésta sea, porque sé qué cosas son malas, cuáles no me convienen porque me estropean como persona.
Nuestras posibilidades de éxito personal aumentan si nos enfrentamos a la pregunta clave de nuestra vida: ¿quién soy yo? ¿Qué es Matrix? Los hombres de la película se formulaban esa pregunta, pero ninguno acertaba a resolverla hasta que no eran instruidos. Pero hacerse la pregunta equivale a disponerse para la búsqueda. Y eso es tener más de la mitad del camino hecho.
Siempre ha sido así: la pregunta por el ser, la pregunta por la realidad, la pregunta por la verdad es el principio de una manera de existir. Tenemos que preguntarnos (es urgente, no lo retrasemos), quiénes somos, cómo somos, en qué creemos y por qué, qué queremos ser, a quién queremos y por qué, qué amigos nos convienen... Acertar con la pregunta es disponerse para el éxito, encontrar la respuesta es tarea de toda la vida. Pero si sé que no soy de los que son llamados a casa sino de los que llaman, si sé que no propongo yo los planes del grupo sino que me limito a asentir con buena cara y sólo a veces a censurarlos (eso sí, con fuerza), cuando sé que no me convienen, entonces estoy abriéndome paso con éxito en la selva adolescente, preparándome para lo que vendrá después. En este sentido, es importante saber cuanto antes que “la vida es una jodida selva”, como dice el protagonista de “Héroe por accidente”, (Dustin Hoffman) a su hijo cuando éste le pregunta por algo que merezca la pena saberse de niño.
José Ramón Ledesma
José Ramón Ledesma